n una entrevista periodística el arquitecto chileno
Enrique Browne afirmó: “Para Le Corbusier, el ícono cultural de su época fue la
máquina…
El entrevistador le preguntó enseguida:
¿Cuál sería el ícono ahora?
Browne respondió:
“La virtualidad. Cómo hacer calzar el mundo virtual con el
mundo real, porque este sigue existiendo”[1]
Ese es justamente un tema cultural, intelectual,
psicológico muy importante en nuestra relación con las TICs. Estamos inmersos
en el mundo virtual, pero el mundo real sigue estando ahí. ¿Cómo
compatibilizarlos? ¿Cómo evitar las confusiones en la mente de niños, jóvenes,
adultos, adultos mayores?
En 1994 Paul Milgram y Fumio Kishino definieron el
concepto de realidad mixta como cualquier espacio entre los extremos del
continuo de la virtualidad. Este continuo se extiende desde el mundo
completamente real hasta el entorno completamente virtual, encontrándose entre
medio de éstos la realidad aumentada y la realidad virtual.
El adjetivo ‘virtual’ ha alcanzado una gran importancia en
los campos de la informática y las telecomunicaciones, entre los que destacan
la memoria virtual, el circuito virtual y la realidad virtual[2]. Afirma Mowshowitz que estos fenómenos
tienen una gran significación teórica y empírica en el diseño e implementación
de sistemas informáticos, en las redes y en la interacción persona-ordenador,
respectivamente.
La realidad virtual tiende a eliminar la frontera
existente entre realidad e irrealidad. No se trata en este caso de la imposibilidad
de separación entre lo real y aquello que no lo es, sino la extensión o
difusión de los límites que los separan. La amplia variedad de posibilidades
que ésta ofrece, ha facilitado el establecimiento de un status de realidad,
sustentado en el hecho de que la realidad virtual es compartida con otras
personas y tiene una estrecha relación con el mundo físico dada su interrelación e
influencia mutuas. Además, la realidad virtual está interconectada con la
producción artística, una experiencia que ha acompañado a la especie humana
desde siempre.
De lo anterior surge la posibilidad de que la realidad
virtual se constituya en un territorio fértil para la creación o reconstrucción
de la propia identidad de los participantes. En efecto, la realidad virtual
favorece la construcción de una identidad sustentada en la creación de más de
un yo, es decir, de identidades múltiples. O se constituye en una “sala de
espera” respecto de la construcción de una identidad más definitiva. Es lo que
ocurre en la adolescencia en que el sujeto tiene experiencias a modo de pruebas
antes de definir su contorno identitario más definitivo. El psicólogo Erik
Erikson en sus estudios sobre la identidad del adolescente creó la expresión de
“moratoria psicosocial” para referirse a este fenómeno. La adolescencia sería
un periodo donde “probar cosas” (drogas, orientación sexual por ejemplo) se
constituiría en experiencias previas, preparatorias para la constitución de la
identidad. Los entornos virtuales, y más concretamente la realidad virtual, han
generado un espacio de moratoria para la construcción de la identidad
sustentada en la creación de más de un yo. No es raro encontrar a cibernautas
con “alias”, es decir con identidades ficticias, navegando por el ciberespacio.
De modo que realidad virtual sería una representación de
las cosas a través de medios electrónicos. La realidad no se nos presenta. Lo
que aparece frente a nosotros es su representación. Imágenes, palabras, sonidos
que nos dan la sensación de estar en una situación real en la que podemos
interactuar con lo que nos rodea. Es así como la frontera existente entre la
realidad y la irrealidad se ha desvanecido. Los límites se han hecho difusos. Actualmente
Internet nos provee con medios para reunirnos con diferentes personas en el
mismo espacio virtual. En este sentido Internet tiende a ser un mecanismo de
tele-presencia. Lo que se omite en la realidad virtual es lo presencial a favor
de lo virtual, algo que no es, pero que parece que fuera. La distancia, es
decir, el espacio real, desaparece. Este medio nos brinda con realidades que
físicamente no existen pero que, sin embargo, actualmente y cada vez más,
forman parte de nuestras vidas.
Las experiencias de Internet y de la TV son, quizás, los
más frecuentes tratos de las personas comunes con un mundo de imágenes que se
desplazan por el espacio. Sin embargo, el sociólogo italiano Giovanni Sartori
propone diferenciar la TV de los ordenadores. “La televisión nos muestra
imágenes de cosas reales, es
fotografía y cinematografía de lo que existe. Por el contrario, el ordenador
cibernético (para condensar la idea en dos palabras) nos enseña imágenes imaginarias. La llamada realidad virtual
es una irrealidad que se ha creado
con la imagen y que es realidad sólo en la pantalla. Lo virtual, las
simulaciones amplían desmesuradamente las posibilidades de lo real, pero no son
realidades”[3]. Hay
que señalar, sin embargo, que tanto la TV como el ordenador nos brindan
actualmente una variedad de posibilidades donde lo serio y lo superfluo, el material
de trabajo intelectual y los juegos de entretención, lo grotesco y lo artístico
están presentes a disposición de la elección del usuario. Por otro lado, la
tendencia es a la complementación y a la interacción de todos los medios. Las
diferencias entre ellos, perceptibles en sus inicios, tienden a desdibujarse a
favor de la tendencia señalada.
Sin embargo, la tesis principal del libro de G. Sartori es
digna de atención: “la televisión modifica radicalmente y empobrece al aparato
cognitivo del homo sapiens.(p.17). Lo
que hace único al homo sapiens es su
capacidad simbólica (p.23)…el lenguaje esencial que de verdad caracteriza e
instituye al hombre como animal simbólico es ‘lenguaje-palabra´, el lenguaje de
nuestra habla…el hombre es un animal
loquax…esta característica lo distingue radicalmente de cualquier especie
de ser viviente”…el pensar y el conocer…se construyen en el lenguaje y con el
lenguaje. (p.24). …el telespectador es más un animal vidente que un animal
simbólico. Para él las cosas representadas en imágenes cuentan y pesan más que
las cosas dichas con palabras. Y esto es un cambio radical de dirección, porque
mientras la capacidad simbólica distancia al homo sapiens del animal, el hecho de ver lo acerca a sus
capacidades ancestrales, al género al que pertenece la especie del homo sapiens. (pp.26-27). Es una tesis a
tener presente. Para G. Sartori Internet no cambia el dramatismo de su visión.
Esta visión de Sartori es teórica, de antropología
filosófica. Conviene complementarla o contrastarla con esfuerzos más empíricos
ligados a la praxis de los que
cotidianamente usan estas tecnologías.
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