jueves, 7 de marzo de 2019

Día Internacional de la Mujer

Un saludo muy cordial en este día en que se celebra a la mejor mitad del género humano. Muchas alegrías, salud y bienestar.

Algunas frases alusivas:
"La intuición de una mujer es más precisa
 que la certeza de un hombre"




"La fantasía del hombre es la mejor arma de la mujer". Sofía Loren

"Las batallas contra las mujeres son las únicas que se ganan huyendo". Napoleón Bonaparte.

viernes, 1 de febrero de 2019

Globalización económica y nuevas tecnologías


En el concepto de globalización conviene distinguir con fines analíticos dos significaciones. Por un lado, la globalización económica, es decir, la formación de un mercado global que es, sin duda, una arista  esencial del fenómeno total. Ella ha tenido como instrumento fundamental en su despliegue a las empresas multinacionales (ET). Éstas y no los gobiernos ni la sociedad civil han estado a la vanguardia del proceso, para bien y para mal. Debido a ello es que los problemas se han globalizado con mayor facilidad que las soluciones, como lo ha mostrado la crisis financiera y económica que estalló en el 2008. La crisis evidenció, y lo sigue haciendo, una carencia de normativas internacionales para encarar los profundos quiebres que aún hoy persisten tanto en el sistema financiero como en el empleo y en la economía en general. Es que aún hoy la globalización económica carece de gobernabilidad.

Por otro lado, la globalización en su sentido amplio, cultural y social. Ella está fuertemente ligada a la expansión de las tecnologías de la información y la comunicación (TICs). Comportamientos políticos, actitudes sociales y problemáticas psicológicas, forman parte de la mundialización tomada en este sentido.
Ambos procesos –el económico y el cultural- se retroalimentan. Como es obvio, los dos están entroncados con fenómenos políticos, sociales y tecnológicos. Desde ahí impactan al hombre común. Su cotidianeidad no permanece invariada. Sus esperanzas, aspiraciones, intereses, zozobras y conflictos no son los mismos.[1] 

El autor de este artículo inició una reflexión, absolutamente preliminar, sobre algunas de las variaciones que han ocurrido en la vida del conjunto de la gente a partir del despliegue de las tecnologías que han acompañado al proceso de globalización. No sólo de la elite empresarial y política (los “happy few”), sino de las mujeres y los hombres comunes en esta parte del mundo.  Ello en el artículo “Las nuevas tecnologías y su impacto en la sociabilidad”. Conductas, sentimientos y valores que se vinculan estrechamente con la recepción de las nuevas tecnologías y sus consecuencias. El presente artículo enuncia algunas ideas sobre las relaciones más generales entre globalización, las TICs y la sociedad.
Nicholas Carr, entre otras sugerentes afirmaciones, dice en la entrevista que se cita: “La multitarea, instigada por el uso de Internet, nos aleja de formas de pensamiento que requieren reflexión y contemplación, nos convierte en seres procesando información, pero menos capaces para profundizar en esa información y al hacerlo no solo nos deshumaniza un poco sino que nos uniformiza”. “La tecnología… no es neutral, cambia las normas sociales e influye en nuestras elecciones”. Si estas dos aseveraciones de N. Carr contuviesen sólo un cierto grado de verdad aún serían relevantes como para justificar nuestra preocupación.

Los procesos aludidos por Carr son generales y, probablemente, ocurren con algunas diferencias, leves o agudas, en todas las sociedades que experimentan la participación en la vorágine de innovaciones tecnológicas que se expanden por el mercado global. Encontrar especificidades respecto de ellos para el caso de los países de América Latina necesitaría la realización de un programa de investigaciones empíricas.  
Chile, como otros países de la región, ha experimentado desde las dos últimas décadas del siglo pasado las ventajas y los peligros de la inserción en el mundo global. La apertura económica y las nuevas tecnologías, como la globalización en su conjunto, tienen las dos caras. El país ha tenido un importante crecimiento económico, pero dependiente de los vaivenes del mercado mundial. Las innovaciones tecnológicas, han tenido una entusiasta (y, de algunas, masiva) recepción.   La brusca exposición a tales tecnologías y a la influencia de la cultura, de los comportamientos y del cotidiano devenir de sociedades extranjeras, centrales y periféricas, para decirlo en un lenguaje que la globalización torna obsoleto, ha impulsado un cambio rápido de los valores y las conductas, aún no enteramente internalizados. 

El actual proceso de globalización económica y las TICs aunque tienen una estrecha relación son fenómenos independientes, difieren por su origen.  Estas tecnologías reconocen sus inicios con anterioridad a los acontecimientos sociales y políticos que abrieron las posibilidades de la constitución de un mercado global. El principal de ellos fue la caída de los “socialismos reales” los que separaban económica y geográficamente al mercado capitalista del socialista. Por otro lado, la expansión de las TICs es transversal, va más allá de los confines del llamado “mercado global” el que en realidad deja fuera porciones significativas de la geografía mundial.  Además, al interior de las sociedades concernidas excluye a amplios sectores sociales algunos porque se ubican en zonas apartadas de los centros urbanos y, los más, por ser simplemente irrelevantes para la economía moderna. Son los excluidos sociales que quedan fuera de la globalización, en especial de sus aspectos económicos. El afán explotador del capitalismo clásico fue superado por la irrelevancia económica de las masas excluidas. En realidad, las unidades económicas, sociales y culturales no se articulan en el nuevo sistema económico y tecnológico por países sino por redes. Las ciudades principales son las residencias más habituales de las unidades que se incorporan a estas redes.

Todo ello lo podemos comprobar en las recientes movilizaciones sociales ocurridas en muy variados países y culturas. Ellas han puesto en evidencia la penetración de las TICs en la sociedad, más allá del mercado. Existe el convencimiento acerca de que el correo electrónico, los mensajes vía celular, las redes sociales de Internet han tenido un importante rol en las movilizaciones sociales y políticas que han ocurrido últimamente en sociedades cerradas, con gobiernos autoritarios. Tal es el caso de las movilizaciones populares realizadas a partir de enero de 2011 en países del norte de África, donde ha quedado claro para todos (también para los respectivos gobiernos) que Internet con sus redes sociales, correos electrónicos y teléfonos móviles han tenido y tienen un rol extraordinario en la gestación y organización de las movilizaciones populares. También movilizaciones ciudadanas en países con gobiernos democráticos se han gestado y ocurrido con la ayuda de dichos instrumentos, aptos para una convocatoria rápida y masiva. Tales los casos de Chile, España, Israel y otros. Algunos analistas le asignan importancia principal en la convocatoria; otros una secundaria. Incluso los gobiernos se han incorporado a la utilización de Twitter, Facebook, Youtube y otros cuando altas autoridades dan a conocer su pensamiento sobre acontecimientos relevantes.  Algunos de ellos han preparado instructivos para sus funcionarios acerca del modo en que deben usar las redes sociales, como es el caso de Estados Unidos, Gran Bretaña, Australia y Cataluña en España. La prensa ha informado que el gobierno de Chile está haciendo algo semejante.[2]

No obstante, no todos los sectores sociales chilenos han incorporado a su quehacer el amplio rango de oportunidades que les ofrece la Sociedad de la Información. Así, por ejemplo, los partidos políticos, en especial los parlamentarios, constituyen un sector importante de la sociedad que no ha mostrado, mayoritariamente, la necesaria sensibilidad para beneficiarse en su trabajo político del uso de las nuevas tecnologías para interactuar con los ciudadanos, a pesar de las facilidades que les ofrece el Estado. Sin embargo, organismos del Estado chileno, el sistema financiero, universidades, diversas organizaciones sociales y personas interesadas (jóvenes, en especial) han adelantado bastante en el uso de estas tecnologías.

Como hemos afirmado en otro ámbito[3] que la globalización es  ambivalente trae buenas y malas nuevas; avances y regresiones. Sus posibilidades abren unas perspectivas auspiciosas y otras peligrosas. Así también ocurre con las nuevas tecnologías. No se puede dar por sentado que su utilidad sea neutral; que sus posibilidades sean todas convenientes; también ellas pueden traer serios problemas. Son tiempos en que las certezas se imbrican con las incertidumbres. Mas aún en un país como el nuestro, que por su geografía está alejado de los grandes centros mundiales y que por la contingencia política experimentó la marginación internacional por varios lustros. El fenómeno de la globalización en sus vertientes económica, social y cultural, han estado produciendo quiebres imposibles de desdeñar que están cambiando al país y a sus habitantes.

Uno de esos quiebres que se ha hecho presente es el proceso de individualización. Sólo el individuo es el salvador de sí mismo. Él está a cargo de superar los problemas de su vida privada, familia incluida, lo que, obviamente, se constituyen en el desafío más difícil e importantes que le plantea el sistema. Con ello la identificación de las personas con un “ideario” nacional se ha debilitado a tal punto que al parecer sólo el fervor por el deporte y la solidaridad en las catástrofes naturales son los pocos referentes normativos de la sociedad que subsisten. Es así como las instituciones políticas, religiosas, judiciales, económicas han caído en la indiferencia, incluso en el descrédito. También la familia (de todo tipo) debilita sus lazos solidarios.

El individualismo propiciado por la ideología neoliberal ha menoscabado incluso a los movimientos sociales que tradicionalmente representaban y le daban una orgánica a la sociedad, como los movimientos sindical, poblacional, campesino, de mujeres y otros. Los nuevos movimientos sociales tienen referencias más específicas. Lo mismo ha ocurrido con los partidos políticos que postulaban una representación de clase, con sus concepciones del mundo y sus proyecciones del futuro, “las grandes narraciones”. Ellos han devenido en organizaciones pragmáticas que con dificultades procuran orientarse en el presente y no tienen claros diseño del futuro próximo.
El movimiento estudiantil ha subsistido quizás por tratarse de un movimiento típicamente generacional desligado de la estructura económica. Y ello le ha permitido plantear a la sociedad el descontento por los valores que la orientan y no sólo sus reivindicaciones específicas. Y la sociedad se ha sentido interpretada.
El proceso de individualización es una de las razones de la desorientación generalizada que es posible advertir en la elite política de muchos países del mundo, no sólo de América Latina.

Cuando la inestabilidad económica y política se han instalado en parte importante de mundo se hace necesario la indagación acerca de lo que está ocurriendo en cada sociedad con sus vínculos con la economía globalizada y con las innovaciones tecnológicas que se han incorporado a la economía y a la sociedad. La actitud en América Latina en general, y en Chile en particular, ha sido hasta ahora la del entusiasmo acrítico. Es necesario acompañar este sentimiento con más investigación y mayor racionalidad.  



1.- La reflexión acerca del impacto de las TICs, en especial de Internet, en los usuarios ha sido realizada, entre otros, por Nicholas Carr en varios trabajos. Su último libro, traducido al cCastellano, se titula Superficiales.¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes?, publicado por la editorial Taurus. N. Carr fue editor del Harvard Business Review.  Entrevista acerca de este aporte le fue realizada por El País.com Babelia, publicada el 29 de enero de 2011.
[2] El Mercurio; Santiago: 23 de enero 2011, p. D13.
[3] Manuel Barrera; “En el camino hacia una nueva época: la noción de globalización”; Santiago: DIPLOMACIA; Academia Diplomática; octubre-diciembre 2003; pp. 16-37.