lunes, 13 de julio de 2009

El ser viviente y las máquinas automáticas. Norbert Wiener


nque es imposible hacer una afirmación universal acerca de los autómatas que imitan lo vital en un campo que se extiende tan rápidamente como el de la automatización, quisiera insistir en algunos rasgos generales de estas máquinas tales como existen actualmente. Uno de ellos es que deben efectuar una tarea o tareas definidas y, en consecuencia, deben poseer órganos de acción (análogos a las manos y piernas de los seres humanos) para llevarlas a cabo. El segundo es que deben estar en relación con el mundo exterior mediante órganos sensoriales, tales como células fotoeléctricas o termómetros, que no sólo les advierten acerca de las circunstancias que las rodean, sino que además las hacen capaces de recordar la ejecución (o la no ejecución) de la labor encomendada. Como ya hemos visto, esta última función se llama retroalimentación, o sea la propiedad de ajustar la conducta futura a hechos pasados. Puede ser tan simple como la de un reflejo común o de orden superior de tal modo que la experiencia anterior se utiliza, no sólo para regular movimientos específicos, sino para determinar un completo plan de conducta. Un sistema de esa clase puede tener el aspecto de ser lo que, desde un punto de vista, llamamos reflejo condicionado y desde otro, aprendizaje.

Para todas esas formas de conducta y particularmente para las más complicadas, deben tener las máquinas órganos centrales de decisión que determinen lo que han de hacer en un momento dado según la información que la retroalimentación les ha proporcionado y que acumulan mediante mecanismos análogos a la memoria de un organismo viviente. (pp. 31-32)

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La máquina y el organismo viviente son dispositivos que local y temporalmente parecen resistir a la tendencia general de aumento de la entropía. Mediante su capacidad de tomar decisiones, pueden producir a su alrededor una zona local de organización en un mundo cuya tendencia general es la contraria. (p.33)

Cibernética y Sociedad; Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 1969
Publicado por Manuel Barrera Romero. Sociólogo y Profesor de Filosofía en 15:32

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